Érase una vez, a mediados de los 90, una sala subterránea en la que tocaron grupos como La Banda Trapera del Río, Mano Negra, El Club de los Poetas Violentos o Tabletom.

Al grito de «más locales y menos heroína», el 30 de abril 1988 a las doce de la mañana varios jóvenes okuparon un viejo caserón.

Desde 1987 y hasta hoy, aunque ya no hay rockers con tupé ni discos de vinilo.

Su subtítulo era «templo de fusión»: desde el 97 hasta 2012 pudo escucharse mestizaje, reggae, hip hop, ska, rock steady, drum and bass, rock o flamenco.